Vivir es mantenerse en relación con la realidad. No sólo consiste en eso, pero lo implica. Y esta relación puede ser de aceptación o de repulsa. Quien está de acuerdo, desea conservar lo que hay, que es lo que tiene. Quien no, o se mantiene hostil o pretende cambiarlo.
© HEREDEROS DE GONZALO TORRENTE BALLESTER, 1987

Los de esta casta (entendamos bien la palabra), igual que mantienen con la realidad una relación original y difícil, la mantienen con la muerte. Uno los ve, como se veía a Aníbal, transitar entre nosotros, intervenir en actos no acostumbrados pero no con el aplomo de los vulgares, sino como si pesase menos que el aire, como si fuera a salir volando, hecho él mismo poesía, pero de ésa que hace presentir la muerte, que nos hace palparla. Aunque no sea su tema, aunque el tema sea una afirmación de la vida. Pero, afirmar la vida, ¿qué significa? Todos sabemos que los poetas, al no disponer de otro lenguaje que el corriente, lo transforman, lo colman de significados diversos. ¿Qué quiere decir un poeta cuando proclama «vida» en uno de sus versos? No lo que hay en ella de realidad mostrenca, sino lo que contiene de esperanza puesta en algo que los poetas conocen y nosotros, no; lo que nosotros, en el mejor de los casos, presentimos merced a sus palabras. Del conocimiento al mero presentimiento hay una gran distancia, que se nota en el modo de andar, de portarse, de hablar a los demás, que se advierte en un cierto temblor indescriptible. Mi experiencia de Aníbal Núñez fue de esa clase. No muy reiterada, más bien escasa y azarosa, pero, en cualquier caso, excepcional. Me di cuenta, desde aquella vez que le conocí en una fiesta escolar, de que me las había con otra clase de hombre, que por mucho que yo intentase empinarme sobre mí mismo, nunca alcanzaría las cotas en las que él se movía normalmente. Quiero creer que su especial relación con la muerte era lo que nos lo ponía tan alto, lo que nos hacía estremecer. No quiero decir que la buscase, ni siquiera que la temiese, sino que la veía cara a cara, que la conocía. La experiencia de la muerte en vida, aunque sea una experiencia poética, caracteriza a esa clase, tan escasa, de hombres que nuestra superficialidad hace excepcionales y raros. Yo creo que se les reconoce por la mirada.
Para los que quedamos aquí, Aníbal Núñez será un recuerdo imborrable. Lo que le dejó la vida nos lo trasmitió a nosotros: un puñado de versos. ¿Casi nada? A primera vista, poca cosa. ¿Qué son unos versos en un mundo donde todo es gigantesco, desde las esperanzas hasta los disparates? Pero al verso le pasa como a las piedras preciosas: en ese breve puñado se encierra un enorme fulgor: en este caso, el que nos trasmite el testimonio de una vida que se vivió de veras, de una existencia auténtica.
Aníbal Núñez, poeta joven de Salamanca, «antes de tiempo y casi en flor cortado». Haya paz.