RELIGIÓN Y LIBERTAD

Hoy sabemos que la comprensión de nuestro mundo, si es en algún caso posible, no puede prescindir de la investigación del ámbito religioso, de su cuestionamiento. Para sorpresa de algunos, los fenómenos religiosos no sólo persisten en nuestras sociedades postmodernas sino que incluso han aumentado su presencia, diversificado sus formas y adoptado otras nuevas sin perder las tradicionales. A través de distintas estrategias y dispositivos parecen haberse adaptado con fluidez a las cambiantes necesidades del ciudadano del tercer milenio. La persistencia de los viejos cultos y la invención de otros nuevos, la importación de espiritualidades o los sincretismos de toda índole forman parte de la realidad social de un mundo crecientemente interconectado. Esta realidad ha planteado nuevos desafíos políticos a las democracias liberales: el incremento de los fundamentalismos, las luchas a muerte que toman la religión como excusa, la pretensión de las confesiones religiosas de determinar o meramente condicionar la vida ciudadana... Todos ellos son retos no siempre fáciles de afrontar con las herramientas conceptuales tradicionales heredadas de la modernidad. Precisamente el congreso Religión y Nación, coordinado por Patxi Lanceros y Francisco Díez de Velasco, se interrogó acerca de las relaciones de hostilidad, complicidad o convivencia entre estos dos universos