Como suele suceder con las manifestaciones culturales autóctonas de territorios marcados como exóticos desde el prejuicio etnocéntrico del norte global, la fotografía senegalesa, cuya historia comienza en Saint-Louis du Sénégal –capital del Sudán francés– ofrece una imagen menos pintoresca, más moderna y próspera de sus conciudadanos, alejada de la típica imaginería occidental. El escritor, músico y periodista Bruno Galindo, buen conocedor del continente africano, nos acerca la figura de Mama Casset, pionero de la fotografía senegalesa y una pieza fundamental de la historia de la fotografía universal, a la que el festival PHotoEspaña 2018 dedicó una exposición el pasado verano.
Fotografía Mama Casset. Cortesía Revue Noire / La Fábrica

El viejo continente siempre parece obligado a disculparse ante quien lo contempla: es así desde la época colonial, que marca un funesto éxodo de siglos –desde el XIV, tiempo del comercio musulmán– y que abarca hasta mitad de los años cincuenta del siglo XX. La libertad empezó en el Oeste, en la Ghana del revolucionario Kwame Nkrumah y de la orgullosa tribu Ashanti, y pronto se extendió por toda la región y por el continente. Entre la Conferencia de Bandung (Indonesia) en 1955 y 1965, ya se habían liberado prácticamente todos los países. A veces costó muchas muertes. Otras veces el proceso fue pacífico.
Es un verdadero deleite ver las fotografías de esos sesenta: esa expectativa precolonial, tan típicamente cargada por la descripción del sujeto como espécimen, queda pulverizada por la imagen de una ciudadanía orgullosa, radiante, feliz. Al igual que ocurre con la música en Jamaica en esos mismos años –la independencia de Inglaterra trajo un nuevo sonido, el vitamínico ska–, las instantáneas que capturan los fotógrafos de algunos países de África Oeste nos muestran una fiesta que nos estamos perdiendo. Son muy conocidos internacionalmente los trabajos de los malienses Malick Sidibé y Seydou Keïta, fotógrafos que retrataban a quien quiera que se pasara por su estudio con cierta cantidad de CFAs [la moneda de la comunidad francoafricana] con intención de hacerse una bonita foto con su pareja, asiendo un teléfono –aparato recién llegado– o un disco de vinilo, acaso de James Brown, Johnny Pacheco o cualquier otro favorito. También nos ha llegado el valioso trabajo de fotógrafos como el nigeriano JD ‘Okhai Ojeikere, el camerunés Samuel Fosso y el marfileño Cornelius A. Azaglo. Otro de aquellos artesanos de la cámara y el revelado fue el senegalés Mama Casset, cuyas fotos ilustran estas páginas.

Casset fue uno de esos artesanos del retrato que, sin otra pretensión que la de trabajar para su clientela (la burguesía local) ni otro objetivo que ganarse la vida como mejor sabía, determinó un estilo ampliamente reconocido a nivel continental y, desde hace poco, mundial. Su biografía, de la que no sabemos tanto, nos cuenta que nació en 1908 en la capital administrativa de la época, la ciudad portuaria de Saint-Louis. Con doce años, la fotografía ya había llamado su atención. Al igual que otros muchos fotógrafos de su país, Casset se formó en Dakar como aprendiz de un fotógrafo europeo, el francés Oscar Lataque. Completada la escuela primaria, el joven consiguió trabajo en Comptoir Photographique de l’Afrique Occidental Française, una tienda de fotografía dirigida por otro caballero francés con el nombre de Tennequin, a quien tendría como segundo maestro. A partir de aquello consiguió emplearse en el departamento de fotografía de la Fuerza Aérea Francesa, lo que le permitió viajar por los países del África francófona y hacer muchas fotografías desde el aire.
Al final de la Segunda Guerra Mundial, abrió su estudio privado, African Photo, en plena medina de Dakar. Ejercitado con su esposa y musa, había desarrollado un estilo propio, a medio camino entre la postal y el cartel, en el que las copias servían también como modelo para los pintores de retratos. Su estilo se basaba en unos pocos elementos de escenografía. Al igual que el fotógrafo maliense Seydou Keïta en sus primeros años, Casset solo usaba entonces una simple cortina como telón de fondo, poniendo toda la atención en sus protagonistas. Por lo demás: personajes muy estructurados, uso frecuente de la composición diagonal, resaltando la expresión de la posición del cuerpo, de las manos y la mirada. Casset se volvió muy popular entre los miembros de su círculo social, que corrían a buscar su retrato. En 1960, con la independencia del país, Casset pensó que era oportuno abrir su segundo puesto de avanzada en M’Bour, una ciudad costera al sur de Dakar. Todo salió bien durante una buena temporada.

Pero la fatalidad determina su biografía: en 1983 –y probablemente debido al uso prolongado de flashes de magnesio– Casset se quedó ciego, lo que le obligó a abandonar su actividad. Para colmo, un incendio destruyó su estudio en 1984, perdiéndose miles de negativos de años de trabajo, lo que dejó tremendamente tocado al fotógrafo. En 1992, su colega senegalés Bouna Médoune Seye organizó un homenaje y la primera exposición individual de Casset en la galería parisina 39. Pero, desdichadamente, el artista no vivió para estar allí ya que falleció unas pocas semanas antes de la inauguración. Sin embargo, esta muestra lo llevaría a la luz pública, esta vez más allá de los límites de su tierra natal. Gracias a aquello conocemos estas fotos. Gracias a aquello están aquí, en esta publicación.
Parte fundamental de la historia de la fotografía africana y universal, de Mama Casset hablan así los editores de la extinta revista Revue Noire: «La dificultad de promover a un artista de este tipo está en poder atribuirle el lugar que le corresponde en la historia de la fotografía senegalesa y africana con las pocas imágenes disponibles. ¡Pero qué maravillosas imágenes son! Las fotografías de Mama Casset se hacen únicas a través de su maestría visual y sus composiciones artísticas. Como fotógrafo de retratos, Casset se veía a sí mismo como un artista; no tenía interés en retratar la vida real, como podía implicarse por la naturaleza misma del medio. Dirigiendo a sus participantes con una inclinación de la cabeza, o un encuadre ajustado y, a veces, disparando desde un ángulo bajo, él creó su estilo de firma, composiciones que pusieron el sello irrevocable de Mama Casset por todas partes».

EXPOSICIÓN PHOTOESPAÑA 2018: EL SENEGAL ELEGANTE DE LA PRIMERA MITAD DEL SIGLO XX.
ANÓNIMOS DE SAINT-LOUIS Y MAMA CASSET
06.06.18 > 26.08.18
COMISARIOS PASCAL MARTIN SAINT LEON • JEAN LOUP PIVIN • FRÉDÉRIQUE CHAPUIS
ORGANIZA CBA • FUNDACIÓN ANKARIA • PHOTOESPAÑA