De la mala teoría moral

Vicente Ordóñez Roig

Con motivo de la publicación en castellano de Tortura. Hay una bomba a punto de estallar (Altamarea, 2023), un alegato contra quienes defienden la legalización de la tortura en interrogatorios, su autor, Bob Brecher, profesor de ética y filosofía política en la Universidad de Brighton y fundador del Centre for Applied Philosophy, Politics and Ethics (CAPPE), ofreció en el Círculo la conferencia «Por qué la tortura es siempre un error». Le acompañaron el ensayista y catedrático de filosofía en la UNED Ramón del Castillo y Vicente Ordóñez Roig, profesor de filosofía moral en la misma universidad, que lo entrevista para Minerva.

Entrevista con Bob Brecher

La editorial Altamarea ha publicado recientemente la traducción al español de su ensayo Tortura. Hay una bomba a punto de estallar. En él, usted argumenta enérgicamente contra quienes pretenden legalizar la tortura en interrogatorios bajo el pretexto de que es mejor regularla que practicarla subrepticiamente. Aunque el ensayo se publicó en inglés hace aproximadamente quince años, ¿piensa que aún no se ha pronunciado la última palabra sobre el tema? Es decir, ¿cree que todavía existe el riesgo de que la tortura sea legalizada?

Antes de contestar a esa pregunta conviene dar un paso atrás, ya que hay una cuestión previa a la legalización de la tortura: ¿debe o no debe torturarse? La legalización es el segundo nivel del argumento. De suerte que, si permanecemos en ese primer nivel y preguntamos: ¿se tortura más ahora que cuando escribí el libro?, presumo –pero es solo una presuposición– que se tortura todavía más. Es significativo, además, que se repiten los mismos argumentos. Si uno escucha a los defensores de introducir la tortura en un interrogatorio, dicen las mismas cosas que decían quince o veinte años atrás. De modo que el interés de que ahora se publique la edición española de la obra radica, precisamente, en la ignorancia acerca de la tortura y en la nula reflexión que ha suscitado en todo este tiempo. Los defensores de la tortura en un interrogatorio no tienen mejores razones que antaño. Así que, de un lado, las cosas han ido a peor; de otro, los recursos teóricos contra la introducción de la tortura en un interrogatorio se han vuelto más sólidos que hace veinte años. En parte porque, expresado de forma negativa, nadie ha podido esgrimir nuevos argumentos a favor de la tortura: son los mismos argumentos de antes.

En el libro usted se enfrenta a quienes defienden la legalización de la tortura en un interrogatorio desde los mismos postulados utilitaristas que esgrimen quienes sostienen la necesidad de torturar con una orden judicial. ¿Sigue pensando que es una buena estrategia asumir las premisas de aquellos a los que quiere enfrentarse?

Es tan buena pregunta como difícil de responder. Lo primero que habría que precisar es que, al cabo de unas semanas de comenzar a escribir el libro, tuve que dejar de hacerlo, debido a lo que sostenía Žižek, a saber: hablar de la tortura es ya una forma de legitimarla. Tras darle muchas vueltas y pensar detenidamente sobre ello, llegué a la conclusión de que el problema era tan grave que había que correr el riesgo; uno no puede simplemente ignorarlo. Me pareció que si era capaz de desarrollar un argumento teórico en el que creyera firmemente –y ese argumento era que la tortura es dañina en esencia, pues supone instrumentalizar a alguien para conseguir un fin–, la respuesta sería que la teoría moral que intentara integrar la tortura se mostraría como una mala teoría moral. Así que, en el ensayo me amoldé a los presupuestos del consecuencialismo y escribí como si fuera un utilitarista. Fue un gran esfuerzo, pero me parece que mi decisión fue correcta. Algunas de las personas que leyeron el libro desde una perspectiva consecuencialista me contaron que cambiaron su punto de vita porque, incluso si uno piensa únicamente en las consecuencias, la conclusión es que las consecuencias son peores que la tortura. Recientemente, he desarrollado esta idea en un artículo en el que muestro que la manera en la que el utilitarismo esgrime la defensa de la tortura es moralmente incorrecta.

Así las cosas, no es solo una crítica al modo en el que el utilitarismo ha defendido la tortura, sino al utilitarismo mismo.

Exacto: lo uno implica lo otro. Esto no está contenido en el libro pero, como comentaba, lo he abordado en rigor en un artículo. En otras palabras, es una crítica inmanente a la tortura de la que se extrae lo siguiente: «Ya está bien, ya jugamos a ese juego. Abandonemos esa forma de abordar el problema».

Permítame centrarme en la afirmación con la que concluyó su charla en el Círculo. Usted subrayó que «la existencia continuada de esta arma de terror como piedra angular y banco de pruebas de nuestra voluntad de venganza sigue atestiguando nuestra depravación moral». La venganza, el acto de castigar o dañar a alguien por lo que otro le ha hecho, está de actualidad. ¿Cómo afecta la venganza a los fundamentos de la moral?

Me parece que de dos maneras, y ambas son importantes. Primeramente, permitir la venganza es ya mostrar que las consideraciones morales son secundarias. Las cosas a veces van tan mal que la venganza parece una reacción natural. Y quizá sea así, puede ser una reacción comprensible individualmente. Es decir, si alguien hace daño a un amigo, eso me enfadará tanto que devolveré el golpe. En segundo lugar, habría que decir, de un lado, que aunque sea comprensible está mal. Porque, al vengarme no solo hago daño a la persona sobre la que me vengo, sino que también me hago daño a mí mismo. De otro lado, y quizá esto sea todavía más importante, la venganza no puede ser el fundamento de política alguna. Porque tendríamos, por ejemplo, una política de los sentimientos o de las emociones, lo que conecta con políticas de extrema derecha o con lo que Israel está haciendo actualmente en Gaza. Y si las civilizaciones y culturas han logrado algo en los últimos milenios es, sobre todo, alejarse de una respuesta inmediata, de una rabia inmediata, de una emoción inmediata, etc., así como formular razonamientos sobre cuáles son las respuestas adecuadas en determinadas circunstancias.

Hemos sido capaces, en cierta manera, de introducir el tiempo entre el estímulo y la respuesta ante una agresión.

Eso es. Y no solo porque, muy a menudo, nuestra primera respuesta es incorrecta, sino también porque uno tiene que salir de aquello en lo que está, aunque sea temporalmente, para alcanzar una cierta objetividad. Además, no hay que perder de vista que la moralidad es realmente objetiva. Con ello no estoy diciendo que un hecho moral sea siempre el mismo para todos. Lo que digo es que, en ética, afirmar que la tortura es siempre un error equivale a la demostración aritmética de que dos más dos son cuatro. De la proposición que sostiene que la tortura es siempre un error no se puede dudar porque es algo totalmente objetivo. A veces me preguntan: «¿Cómo puede usted justificarlo?». Mi respuesta es siempre la misma: «Denme un argumento que muestre que la moralidad no es objetiva. ¿De dónde lo extraen? ¿En qué se basan para pensar que no lo es?». No he podido encontrar razones contra esto. Si alguien lo hace lo tendré en consideración y lo estudiaré. Pero me tienen que demostrar que estoy equivocado.

Ha señalado que la venganza no puede ser el fundamento de política alguna. ¿Y la religión? ¿Dónde la enmarca en el contexto de la venganza?

Es una pregunta muy difícil de responder. Mi primera observación sería que las distintas tradiciones religiosas, sean o no monoteístas, consideran de forma diferente qué cabe entender y qué no por religión. Así que la misma palabra «religión» ya es problemática en sí. Preferiría no generalizar de ningún modo sobre la religión.

En su ensayo Tortura. Hay una bomba a punto de estallar señala que «un corto trecho separa la legalización de la tortura para obtener información de la aceptación de la tortura como instrumento legítimo que justifica cualquier fin». El Tribunal Europeo de Derechos Humanos ha condenado al Gobierno español en al menos diez ocasiones por no investigar suficientemente o por dificultar la investigación de las denuncias de tortura policial. ¿Qué impacto cree que puede tener esto en la democracia?

No solo puede tener, sino que ya ha tenido un impacto sobre la democracia. En Europa vivimos menos democráticamente que hace veinte o treinta años. Pienso que estar dispuesto a aceptar el tipo de acto que es la tortura supone que fenómenos como el de Meloni, Le Pen, Johnson, Sunak, etc., cobren sentido. Vivimos en una sociedad más cruel, más burda que antes. Ahora aceptamos lo que antes nos parecía censurable. Por ejemplo, esta misma mañana, el ministro de Asuntos Exteriores británico ha afirmado, sin ofrecer ninguna argumentación, que las acciones de Israel en Gaza no constituyen crímenes de guerra. No ha dado razones ni ha mostrado ninguna evidencia: ha sido pura propaganda. Pero a esta clase de cosas se les presta atención. Quizá la situación en Gran Betaña no es tan desesperada como en Francia o Alemania, países en los que las manifestaciones propalestinas se han prohibido. Pero, al mismo tiempo, la gente que apoya a Palestina en las universidades de Reino Unido está siendo despedida de sus puestos de trabajo, está perdiendo sus visados de residencia, etc. Esa intolerancia, irónicamente antiliberal, ha crecido en las últimas tres décadas. Y es que las razones que se esgrimen sobre la necesidad de torturar alimentan este tipo de discursos. «Es necesario», se dice. Y si alguien puede convencer a los demás de que es necesario no hay nada que hacer en términos morales, no hay ninguna alternativa. Creo que lo que está sucediendo es muy corrosivo.

Ante el actual escenario de violencia desatada –la guerra ruso-ucraniana, el conflicto palestino-israelí; las guerras en países africanos, la extracción de recursos naturales en Iberoamérica, especialmente en la Amazonia, el sistema de desapariciones forzadas en China debido a la reforma de la Ley de enjuiciamiento criminal, lo que se conoce en términos jurídicos como Vigilancia Residencial en un Lugar Designado (RSDL, en sus siglas en inglés); etc.–, ¿cómo luchar contra la violencia? ¿Con más violencia?

Si tuviera la respuesta a esta cuestión sería muy afortunado. Antes que nada, me gustaría decir que a veces la violencia está justificada. Coincido en este punto con la conocida hipótesis de Frantz Fanon de que, en ocasiones, los sujetos colonizados no pueden hacer otra cosa que recurrir a la violencia, aunque solo sea por una cuestión de amor propio. En este sentido, la violencia tiene que ser proporcional, rigurosa, dirigirse únicamente contra la persona o la gente adecuadas y no de manera indiscriminada. Me gustaría añadir, además, que hay algo inapropiado en la presuposición de que existe algo así como un sujeto imperial –yo mismo– con capacidad potestativa para decirle al sujeto colonizado cómo tiene que hacer las cosas o cómo ha de liberarse. No creo que nadie tenga derecho a hacer eso. Por suerte, la pregunta sobre la violencia sigue abierta, y creo que debe seguir así. No es que la violencia nunca esté justificada, sino que esta forma particular de ejercer violencia –la tortura– no puede justificarse nunca. De ahí que crea que la gente debe pensar detenidamente en qué es la tortura, cuál es el propósito que se persigue al aplicarla y cómo funciona, en vez de argumentar sobre ella a partir de hipótesis como «¿qué haría usted si…?». Porque, como vimos en la charla de ayer, ante una pregunta así habría que decir que nadie puede responder cabalmente. La tortura es algo que no debería ocurrir nunca, incluso aunque alguien crea que está justificada. Para torturar se requiere cierta formación, prácticas, funcionarios entrenados en la tortura, etc. Es una manera de ejercer la violencia muy especializada y profesional.

En relación con la pregunta anterior, ¿es justo decir, entonces, que en la medida en que las sociedades contemporáneas están dominadas por hombres la violencia es algo claramente masculino? ¿Está ligada al género la espiral de violencia desatada por el sapiens? ¿Podría imaginar un escenario diferente?

En términos históricos, sí, desde luego. No creo que exista algo así como un imperativo biológico; es algo cultural. Y, sí, históricamente parece innegable que la mayor parte de actos violentos han sido llevados a cabo por hombres. Volviendo al tema de la tortura, ello no quiere decir que no haya habido mujeres torturadoras. Por supuesto que las ha habido. Sin embargo, en términos históricos, ha sido sobre todo una actividad masculina, y esto requiere una explicación. Y la mejor que conozco es la de Shulamith Firestone. Firestone muestra el itinerario de la génesis del patriarcado: los hombres se especializaban en la caza mientras las mujeres estaban, o bien criando, o bien recolectando. Y así es cómo lo que parece un aspecto biológico se ha convertido en algo cultural. ¿Hay soluciones a esto? No lo sé. Comoquiera que sea, lo más interesante del argumento de Firestone es que ofrece una explicación histórica de cómo hemos llegado hasta aquí. Necesitamos esta perspectiva histórica para entender qué es lo que pasa y poder hacer algo al respecto. Así que, en términos generales, la aproximación feminista a los problemas del mundo es decisiva, también para quienes se dedican a desentrañar la violencia estructural de nuestras sociedades. El feminismo es absolutamente necesario.

¿Y qué piensa sobre la propuesta de Firestone de abolir el patriarcado mediante la interrupción de la concepción por parte de las mujeres? Me refiero, en concreto, a su proyecto de feminismo cibernético.

En ese punto no coincido con su análisis. Básicamente, porque una cosa es atacar el desarrollo del patriarcado históricamente y otra tratar de cambiar las cosas al momento. Firestone sugiere cosas muy interesantes que requieren ser desarrolladas con calma. Vicky Margree, una pensadora con la que he trabajado en la Universidad de Brighton, ha escrito un ensayo tan breve como excelente sobre Shulamith Firestone: Neglected or Misunderstood: The Radical Feminism of Shulamith Firestone (2018). Es una muy buena introducción a su pensamiento.

CONFERENCIA ¿POR QUÉ LA TORTURA ES SIEMPRE UN ERROR?
25.10.23
PARTICIPA BOB BRECHER
ORGANIZAN DEPARTAMENTO DE FILOSOFÍA MORAL Y POLÍTICA DE LA FACULTAD DE FILOSOFÍA DE LA UNED • CÍRCULO DE BELLAS ARTES • EDITORIAL ALTAMAREA

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