España oculta. Cristina García Rodero

Juan Manuel Castro Prieto

Con motivo de la exposición España oculta. Cristina García Rodero, que se pudo ver en el Círculo entre mayo y agosto y que itinerará durante dos años por distintas sedes de la geografía española, el positivador de las imágenes y también fotógrafo Juan Manuel Castro Prieto ha seleccionado para Minerva cinco de las casi 150 fotos que conforman este hito de la historia de la fotografía española, un proyecto que García Rodero inició a principios de los años setenta y que vio por primera vez la luz como exposición y también como libro hace 35 años.

Cristina García Rodero comenzó el proyecto España oculta en 1973, cuando la Fundación Juan March le concedió una beca de creación artística con la que pudo adquirir su primera cámara, una Asahi Pentax de 35 mm, y recorrer durante un año los pueblos de España para documentar y preservar la memoria de sus fiestas, ceremonias y tradiciones y la forma de vida de sus gentes. «Me propongo realizar un trabajo antológico de las costumbres de España, tanto en su apertura y progreso, como en su ocultamiento y tradición, que dan fruto a su idiosincrasia. Para ello utilizaré el medio más actual y representativo de mi época: la expresión fotográfica», explicaba en la memoria de solicitud de la beca.

Cuando se presentó el trabajo al Ministerio de Cultura, en un principio eran renuentes a exponerlo porque en ese momento
–el año 1989– se quería dar una imagen moderna del país. Lo que estaba de moda era la Movida madrileña, mientras que las fotografías de Cristina mostraban la España carpetovetónica y oscura de siempre. Fueron los editores de Lunwerg quienes consiguieron que el ministerio acabara aceptando participar en la exposición, que se montó en el antiguo Museo Español de Arte Contemporáneo, y también en el catálogo que ellos publicaron. Yo no positivé las imágenes de aquella primera exposición, pero desde 1990 he positivado en mi laboratorio todas las copias de sus exposiciones.

La elección de las fotografías que aquí se reúnen ha sido complicada, porque en este proyecto hay muchas fotos, mucha vida, mucha fiesta y mucha España. Las cinco elegidas poseen un significado especial para mí, quizá debido a las experiencias que he tenido al tratarlas, pero también porque fotográficamente son grandes imágenes.

El alma dormida, fotografía de Cristina García Rodero

EL ALMA DORMIDA (SAAVEDRA, LUGO, 1981)

Una niña da un salto en la puerta de un cementerio. Cristina toma la fotografía en el instante en el que está flotando en el aire, como si levitara. La niña se ve muy blanca, en contraste con el fondo negro. Da la impresión de que es un espectro que se ha escapado de alguna tumba del cementerio.

Parece sencillo, pero llegar a conseguir esta fotografía es extremadamente complicado. Sin embargo, Cristina García Rodero tiene la capacidad de captar el momento culmen de lo que está pasando; ese momento irrepetible, único, que se produce en una fracción de segundo. No he visto a ningún otro fotógrafo de reportajes que capte de esta manera la esencia del momento, su mayor frenesí.

Esta fotografía es emblemática por su simbolismo, por ser mágica y a la vez surrealista. Lo reúne todo. Como no podía ser de otra manera, fue la portada de la primera edición de España oculta, que es la que yo manejo a la hora de positivar las imágenes, y donde llevo todos estos años escribiendo en los márgenes notas para el positivado (tamaño, altura en la ampliadora, diafragma, grado de contraste, tiempo de exposición…), a partir de las instrucciones que me da Cristina. En este caso, ella me pide que tenga esa atmósfera pesada, densa. Y yo, durante la exposición de la imagen en el laboratorio, he estado tapando a la niña para conseguir que quede blanca y he oscurecido todo lo demás para que resalte la figura.

Las potencias del alma, fotografía de Cristina García Rodero

LAS POTENCIAS DEL ALMA (PUENTE GENIL, CÓRDOBA, 1976)

Dos nazarenos en una Semana Santa. En el capirote de uno de ellos se posa una paloma viva y el nazareno tiene un globo terráqueo en las manos. A su lado, otro nazareno, este sin capirote, sostiene en una mano una botella de vino y en la otra, un vaso. Está brindando con la alegría y el jolgorio de la fiesta. A la izquierda de la imagen, hay un hombre vestido de romano, con su casco y su lanza, fumándose un cigarrillo con las piernas cruzadas, como si estuviese esperando el autobús.

Esta fotografía sintetiza dos características fundamentales de la obra de García Rodero: el surrealismo y la representación certera del espíritu de las fiestas en España, cuando cualquiera se suelta y es capaz de disfrazarse y hacer cosas que de normal no haría… En mi opinión, es una fotografía muy importante y, quizá, la más surrealista del libro.

En las eras, fotografía de Cristina García Rodero

EN LAS ERAS (ESCOBER, ZAMORA, 1988)

En primer plano, un trillo sobre el que duerme una niña apoyada en las gavillas de trigo. Al fondo, dos adultos, una mujer y un hombre, que quizá sean sus padres, separan el trigo de la paja: la mujer está cribando el grano y el hombre barre la paja. Esta fotografía es, probablemente, la que más veces le he positivado. De hecho, mis anotaciones en los márgenes han ido aumentando y cambiando a lo largo de estos 35 años.

Es una imagen que engancha a mucha gente. Yo lo achaco a que, de alguna manera, muchos de los que la hemos visto, sobre todo en mi generación y la de mis padres, de niños hemos estado con nuestros abuelos en el campo, con los animales, trillando en las eras, que es el título de la fotografía. El trillo es exactamente igual que el que utilizaban mis abuelos, y la parva es idéntica a la que hacían ellos. Yo he vivido ese momento, sé lo que está pasando, porque también he dormido en las eras con mi abuelo esperando a que se levantara el viento solano para limpiar el trigo.

La fotografía tiene muchos ecos de la memoria. A mí me ocurrió algo parecido con el trabajo que hice sobre mi pueblo, Cespedosa de Tormes, en Salamanca: gente de otros lugares de España que acudió a la exposición se sentía identificada con las escenas de las imágenes porque les recordaba a su niñez en casa de sus abuelos. Ahí radica el poder de la fotografía: consigue retrotraernos a nuestra propia memoria y que hagamos nuestra la escena que vemos en la imagen. En cierta ocasión, Cristina y yo hicimos intercambio de fotos, y yo elegí esta. No sé si es la que más me gusta, pero fue la que elegí por esa identificación con mi propia infancia.

Luces de carnaval, fotografía de Cristina García Rodero

LUNES DE CARNAVAL (LAZA, OURENSE, 1975)

Cristina retrata aquí la atmósfera del fin de la fiesta. Amanece, todos van pasados de bebida. La figura central de un hombre en calzoncillos, riendo fuerte, está orinando delante de la cámara; todavía lleva una botella de vino en la mano. A su izquierda, una serie de personas también siguen de fiesta, como los dos hombres que van vestidos de mujer. Esta imagen es la síntesis de la locura de la fiesta, del desenfreno, donde todo vale. En España muchas fiestas van unidas a la juerga, a las borracheras, al alcohol, que ayuda a desinhibirse.

Esa falta de pudor nadie la capta como Cristina. Hay que tener en cuenta que ella no se hace invisible, pero deja que nazca la foto. Todo fluye en su fotografía. Posee el don de atrapar los momentos extraordinarios de la vida. Tiene el ojo para saber cuándo y dónde ponerse. Sabe establecer una complicidad con la gente que, de alguna manera, mientras está por ahí, en la fiesta, la adopta. Eso lo vemos porque los retratados salen mirando a cámara. Por lo tanto, son conscientes de que se está haciendo la foto, pero se les ve tranquilos, no hay tensión en sus miradas. Cristina está en la escena, pero no estorba, no se convierte en protagonista.

La confesión, fotografía de Cristina García Rodero

LA CONFESIÓN (SAAVEDRA, LUGO, 1980)

Otra de las grandes fotos de Cristina García Rodero, y una de las más difíciles de positivar. La escena es de un surrealismo tremendo: ese cura, con gesto de aburrido, medio dormido, confesando en un confesionario de quita y pon. La anciana, ensimismada, confesándose al cura, a quien le da igual lo que esté diciendo la señora, a la que le cuelga un enorme bolso del brazo. Y detrás, el cementerio… Esto es España.

Esta imagen es también Cristina García Rodero, por todo lo que nos está contando y por la magia que encierra, como todo su trabajo. Cuando uno es fotógrafo, se da cuenta de lo difícil que es hacer una foto como esta. No solo se requiere tiempo, sino poseer un talento especial para captar ese instante. Lo que suele pasar es que el gesto del cura no está bien, la señora te ha mirado, aparece una mano por un lateral…, siempre hay algo que rompe la fotografía. Y ahí está la maestría de captarlo todo en una sola imagen en la que nada estorbe.

Como he dicho, es una de las más complicadas de positivar de Cristina. Tengo un sinfín de anotaciones en los márgenes. Cada copia que he hecho es distinta, porque entre una y otra hay hasta treinta años de diferencia. En una ocasión, la tuve que positivar ocho veces. Durante la exposición tienes que estar moviendo la mano continuamente, y eso se hace a ojo. Como Cristina va a captar el momento cumbre, cuando ocurre la escena, no puede estar pendiente de la luz, tiene que hacer la foto con la luz que haya. 
A veces, el personaje está en sombra y detrás hay sol, pero tenemos que verle la cara y los blancos no pueden quedar blanco puro, tienen que tener detalle; y eso no sale solo, porque la película no tiene tanta latitud como el ojo humano. El positivado debe conseguir que la imagen resulte natural. Hay que llevar la fotografía a una lectura entendible y que resulte agradable.

cuaderno con notas sobre el revelado de una de las fotos de Cristina García Rodero

EXPOSICIÓN ESPAÑA OCULTA. CRISTINA GARCÍA RODERO 17.05.24 > 18.08.24
COMISARIADO CRISTINA GARCÍA RODERO
ORGANIZA FUNDACIÓN JUAN MARCH • CENTRO CULTURAL LA MALAGUETA DE LA DIPUTACIÓN DE MÁLAGA • CÍRCULO DE BELLAS ARTES • IVAM CENTRE JULIO GONZÁLEZ

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