Palestina contada desde los ojos de las mujeres

Lola Bañón

La novelista, cineasta y poeta Liana Badr nació en Jerusalén, se crio en Jericó, estudió en Jordania, donde se refugió su familia tras la ocupación israelí de Cisjordania en 1967, y luego en el Líbano. Allí, en los campos de refugiados, conoció por primera vez a mujeres a las que Israel había expulsado en 1948. A partir de entonces, se ha dedicado a contar el mundo desde sus voces y sus ojos. En esta entrevista con la corresponsal de guerra, periodista y profesora de la Universitat de València Lola Bañón, realizada ante el público que se congregó en el Círculo, habla de la evolución que han vivido las palestinas en los últimos años, de cuál es su situación en Gaza y en Cisjordania y de cómo hacen frente al horror. Ella, por su parte, se enfrenta a él escribiendo. Hoy es un modelo para muchos jóvenes palestinos que también quieren dedicarse a contar historias.

Entrevista con Liana Badr

Antes de entrar en tu experiencia personal y creativa, me gustaría pedirte tu opinión sobre la situación actual que se está viviendo tanto en Cisjordania como en Gaza. ¿Hacia dónde va Palestina?

Nos encontramos bajo la colonización de toda Palestina, y el pueblo palestino resistirá como lo ha hecho en los últimos ochenta años gracias a su fuerza moral, especialmente la de las mujeres. Creo que las mujeres somos personas muy especiales en todas las sociedades. En general, las mujeres son las madres, las hermanas, las cuidadoras… Pero en Palestina son las defensoras de sus familias ante el genocidio. Además, allí nos enfrentamos al conflicto social generado por los israelíes al aniquilar a la propia sociedad, bombardeando los edificios y destruyendo sus hogares. El término «hogar» representa muy bien a las mujeres, pues son ellas quienes construyen los hogares. La colonización israelí intenta destruir todos los hogares y edificios de Gaza. Piensan que pueden eliminar nuestra memoria, nuestro patrimonio, nuestra historia, nuestra firmeza, porque si destruyes la casa de una persona, la destruyes también a ella. La manera de hacer frente a este terror es tratar de luchar contra él mediante la preservación de la familia y la imposición del sentimiento de valentía frente al miedo y la presión que supone el hecho de que nos estén matando. Me siento orgullosa de que las mujeres, especialmente aquellas que antes pensaban que no podíamos hacer nada, ahora, en una Gaza en ruinas, se hagan cargo de los niños y mantengan a la familia viva en las tiendas de campaña, porque ya no hay casas. De esa forma, mantienen vivo al ser humano.

Otra cosa terrible que está ocurriendo es que las mujeres están perdiendo a sus hijos. Según los datos médicos, aquellas que van a dar a luz sufren desnutrición, no tienen acceso a medicamentos ni a anestesia, pero son fuertes y trabajaban para preservar nuestra vida y para que los palestinos sigamos estando en el mundo.

En tu obra literaria utilizas con frecuencia el concepto de «socialcidio», que apunta a la aniquilación de la construcción social. Toda escritora, toda creadora, necesita relacionarse, hablar, contactar. ¿Qué significa la resistencia en esa situación para una persona que intenta sacar adelante una creación literaria?

Tuve la oportunidad de vivir en el Líbano diez años, y fui periodista durante ese tiempo. Nací en Jerusalén y, hasta que llegué al Líbano, de Palestina solo conocía Cisjordania. Pero en el Líbano conocí a las mujeres de los campamentos, que proceden de los pueblos y ciudades que Israel invadió en 1948. Yo trabajaba como voluntaria para combatir el analfabetismo. Al hablar con esas mujeres, conocí una herencia muy rica de proverbios e historias y descubrí que tienen una voz muy particular; usan giros, palabras y códigos propios. Llevan dentro la historia de Palestina. También son muy cínicas. Recuerdo que hacían chistes y sentían mucha confianza en sí mismas. No eran débiles, porque son refugiadas. Empecé a aprender de ellas y quise llevar su voz a mis historias. Para ello, tuve que cambiar mi forma de escribir.

La primera novela que publiqué, que tuvo mucho éxito y reconocimiento, era muy poética, pero sentí que para hablar de estas mujeres refugiadas, si quería transmitir su pensamiento y su lenguaje, debía conocer sus raíces. Ya en mi segunda obra traté de ver el mundo a través de sus ojos. Más tarde, en todo lo que he escrito, especialmente en la novela El ojo del espejo (1991), compuse una voz coral conformada por las voces de muchas mujeres, porque quiero escribir la historia palestina con sus ojos. Durante mucho tiempo la historia se ha escrito desde los ojos de los hombres. Sin embargo, ellas también se enfrentan a la muerte, a las armas, a las bombas, y tienen su propia historia. Entonces sentí que podía contar historias personales mezcladas con la gran historia común. El ojo del espejo trataba de la presencia del pueblo palestino en Líbano entre 1974 y 1977. Trabajé en ese libro alrededor de siete años, tratando de dar vida a estas voces como en una sinfonía. Necesitamos ampliar las voces en la literatura, especialmente las de las mujeres.

En el Líbano las condiciones son especialmente duras para los refugiados palestinos. Muchos de tus personajes son refugiadas que viven en los campos libaneses. ¿Qué has aprendido como escritora, como mujer, de su lucha por la supervivencia?

Las mujeres siempre han formado parte de nuestra lucha. Una de las cosas de las que me gusta hablar es de sus vestidos, declarados patrimonio de la humanidad por la UNESCO. En Palestina viven personas de diferentes naciones cuyas historias y enseñanzas se muestran en el traje tradicional palestino, donde se ven las estrellas, las flores, las casas, los diferentes tipos de árboles y de animales. A través de estos vestidos hechos a mano, se puede leer la historia de Palestina. Cada mujer hace sus propios vestidos para las distintas etapas de su vida.

Las mujeres palestinas guardan con gran pasión nuestra memoria. Vayas donde vayas, ves que hacen los mismos vestidos, porque forman parte de su historia y son su legado para las generaciones venideras. Las nuevas generaciones están muy interesadas en estos vestidos, en danzas como el dabke y en las viejas canciones. Creo que las mujeres han preservado nuestra memoria y siguen haciéndolo. Por otra parte, ahora en Gaza están tratando de salvar a todo el que esté a su alrededor.

Es una situación muy dolorosa. No solo por las nuevas armas horribles que están utilizando contra mi nación, sino también por el sufrimiento de estas mujeres. Después de que los israelíes destruyeran el 75% de Gaza, la gente se ha visto obligada a vivir en tiendas de campaña, en lugares donde no hay instalaciones sanitarias. Millones de personas viven encerradas dentro de una pequeña jaula en una u otra zona de Gaza, y cada vez que Israel ha declarado que una zona era segura, la ha bombardeado; especialmente, han atacado las escuelas.

Así que las mujeres viven un sinfín de problemas; entre otros, no tienen productos de higiene femenina. Es muy difícil, en especial para las chicas jóvenes, que sienten vergüenza, y no saben cómo encontrarlos. Cuando bombardearon sus casas, las dejaron sin ropa, sin nada, y esto les causa un gran sufrimiento. Como he dicho, la situación es especialmente problemática para mujeres que dan a luz, porque no pueden ir a un hospital, ya que todos han sufrido daños. Y consideran deprimente y vergonzoso dar a luz en una tienda de campaña. He sabido de mujeres que evitan hacer sus necesidades porque se sienten intimidadas y avergonzadas. Si al menos hubiera un baño, aunque fuera para ciento cincuenta personas, lo usarían. A estas personas no se les permite tener lo más elemental que necesita un ser humano.

Liana Badr en el CBAEn tu obra te muestras crítica con la lectura nacionalista que hacen los hombres, con su vivencia masculina y patriarcal. ¿Es diferente la resistencia de las mujeres palestinas respecto a la de los hombres? ¿Hacen las palestinas una lectura distinta de su nación?

En mi opinión, sí. Antes, en Palestina había leyes estrictas para las mujeres en lo referente a la escritura, porque escribir es un trabajo que te da una suerte de sentimiento de orgullo. Así que siempre ha habido una sensibilidad en contra de que las mujeres escriban. Pero la nueva generación está escribiendo cosas muy buenas. Son muy valientes, muy atrevidas, escriben de todo. Pienso que internet ha sido uno de los factores que ha contribuido a que la nueva generación de chicas y mujeres sea más valiente y tengan más confianza en sí mismas, porque ahora tienen la posibilidad de conectar con el mundo. La sociedad puede resistirse cuando es solo una mujer la que escribe, pero no si son muchas las que expresan sus ideas. Las cosas han cambiado, ya no hay una brecha entre generaciones tan marcada como antes. Tal vez queden algunos restos, pero no es lo mismo.

Otro cambio para las mujeres llegó a partir de 1994 [año del establecimiento de la Autoridad Palestina], cuando empezaron a escolarizarse masivamente; incluso podían estudiar en la universidad. Ese año regresé a Palestina para trabajar en el Ministerio de Cultura. Recuerdo que cuando llegué no había mujeres en el ministerio, pero poco a poco se fueron incorporando. Luego, por toda Palestina empezó a generalizarse la contratación de mujeres y también su ingreso en la universidad. Ahora en Gaza, entre las víctimas y los supervivientes, hay muchos periodistas, ingenieros e ingenieras, académicos y académicas. Es realmente emocionante el hecho de que las palestinas no hayan dejado de avanzar.

Sí, es verdad que la educación es casi una obsesión en Palestina, y es evidente que las mujeres palestinas, incluso después del matrimonio, se han incorporado a las universidades. Pero también han aumentado las visiones conservadoras y el islamismo. ¿Se vive un retroceso por la extensión de las fuerzas conservadoras en Palestina en cuanto a la situación de las mujeres?

Depende de dónde vivan. En las ciudades muchas mujeres desarrollan profesiones nuevas y otras muchas estudian, aunque sean madres y tengan otras responsabilidades. No ocurre lo mismo en los pueblos: están lejos de las universidades y allí el ambiente es más conservador. Tras 1994, con el establecimiento de la Autoridad Palestina, en las ciudades muchas profesiones se llenaron de mujeres, lo que les permitió sentirse más seguras y estables. Conocí a muchas madres con cinco hijos que estudiaban bachillerato o algún tipo de curso o máster. Muchas palestinas aprovecharon la oportunidad de ir al extranjero para especializarse.

Somos una sociedad muy apasionada, queremos crecer, tener más oportunidades, trabajar; el único trabajo del ejército israelí es acabar con las familias, matar a todo el mundo. No les importan las mujeres ni los niños. Nos enfrentamos a ellos a diario. Me sorprende que muchos Estados hablen de la civilización occidental. ¿Dónde está la civilización? Si se acepta que esto continúe, si se acepta este genocidio fascista, el que sigan matando a gente, se está aceptando el socialcidio; es decir, el dejar a los palestinos sin sociedad y sin conocimiento. En Gaza había grandes bibliotecas antiguas muy conocidas y numerosas escuelas. Todo ha sido destruido. Este último año han matado a once mil estudiantes. No podemos esperar nada si los poderes más fuertes no intervienen.

Estás viviendo en carne propia la destrucción de tu pueblo, ¿cómo consigues poner en marcha el proceso de creación, de sacar adelante una obra de ficción, cuando la realidad es tan agresiva y tan dura?

Pienso que pertenezco a la escritura y a la expresión de las voces de las mujeres; esa es la voz de mi alma. Expreso lo que sienten y lo que me hacen sentir. Si las mujeres expresan su profundidad y las múltiples voces que llevan dentro, se enriquecerá la humanidad, y si las silenciamos, será una catástrofe. Debemos oponernos al silencio. Debemos hablar, no solo las mujeres, sino todos, porque esto afecta a todo el mundo. ¿Cómo puedes vivir mientras perpetran un genocidio contra unas personas que son seres humanos como tú? Podrían ser tus hermanas, tu madre, tu padre…

Escribir me libera, porque en la vida diaria no puedo cambiar las cosas, pero sí puedo hacerlo en mis escritos. Hace un tiempo me invitaron a un concurso organizado por varias escuelas de la zona de Thulkarim, en el norte de Palestina. Le habían pedido a los alumnos que escribieran qué querían ser en el futuro. Los organizadores estaban sorprendidos porque muchos querían ser escritores y habían mencionado a escritores palestinos, entre los que me encontraba yo. Fue un momento muy feliz, porque significa que la nueva generación lee y trata de abrir otro camino más allá de nuestra tradición que, como todas las tradiciones, encierra algo muy rígido. Nuestra vieja cultura quiere encerrar a las mujeres en una jaula. Por el contrario, las nuevas generaciones tratan de darles más espacio. En ese momento sentí que lo que escribía era útil para otros.

En tu obra tratas de forma recurrente la cuestión de ser palestino, que se caracteriza, entre otras cosas, porque no te paren en los aeropuertos o en un checkpoint. Tú has dicho que un checkpoint es un sitio para morir y también para nacer –hay mujeres que dan a luz allí–. En una de tus novelas, es el lugar donde se celebrar un matrimonio, una expresión de felicidad, de amor. ¿Cómo nace esa escena del amor en una situación tan complicada?

La historia de amor que comentas es algo muy común, porque todo el tiempo estamos sometidos a los controles y la humillación. Si cada vez que alguien te para te puede registrar todo el cuerpo, o meterte en la cárcel sin ninguna razón, sientes que no eres un ser humano. Los puestos de control afectan a todos los ciudadanos palestinos. En aquella historia, al final, se celebraba una boda en un checkpoint porque no había ninguna forma de reunir a las familias en un lugar especial. Pienso que estos lugares también son muy negativos para los colonizadores, porque les hacen pensar que son superiores a nosotros, que no somos seres humanos y que poseen toda la autoridad para controlar nuestros movimientos y amenazarnos. En mi caso, fue especialmente duro. Sufrí muchas amenazas y la situación llegó a ser muy peligrosa. Debemos vivir libres en nuestro propio país, tener nuestra independencia. ¿Por qué hemos de estar permanentemente sometidos a esa autoridad? Si la colonización y el imperialismo están decayendo en todo el mundo, ¿por qué se perpetúan contra nosotros? Sin embargo, a pesar de esta situación, aún tengo la esperanza de que Palestina sea libre en el futuro.

Hace ya muchos años, entrevisté a grupos feministas de Gaza y Cisjordania y recuerdo que las mujeres decían que, siempre que se vive un momento especialmente difícil en la ocupación, la agenda de género pasa a un segundo plano. En tus escritos leemos que el género debe ser transversal, no algo aislado, y que el feminismo palestino tiene que participar en la liberación de Palestina. ¿Tú crees que habrá sitio en una solución palestina futura para la propuesta feminista?

La artista Sés durante su actuación en el festival de las ideas. © Aitana Svefors

La artista Sés durante su actuación en el festival de las ideas. © Aitana Svefors

La cuestión de género en Palestina es muy importante: aunque muchas organizaciones la tratan, hablan de ella, hacen un seguimiento de lo que ocurre e intentan cambiar las cosas, las mujeres siguen teniendo problemas relacionados con la antigua sociedad. A veces se ataca o se mata a una mujer porque ha huido de su casa para, por ejemplo, casarse con alguien que la familia desaprueba. Sin embargo, en el otro lado, tenemos a un montón de chicas valientes que están estudiando, trabajando, haciendo lo que quieren, aprendiendo cosas, introduciéndose en nuevos campos del conocimiento o yéndose al extranjero a estudiar. Ambas realidades conviven.

La ocupación es un obstáculo muy grande para nosotras, por lo que tampoco podemos estar completamente liberadas. Siempre que la mujer ha intentado avanzar, la ocupación se lo ha impedido. Eso ha ayudado al mantenimiento de la vieja mentalidad que pretende evitar que las mujeres elijan libremente su futuro. Aún así, pienso que en Palestina está surgiendo un significado del género muy especial, porque se trata de una sociedad especial. Al mismo tiempo, no significa que estemos libres del complicado comportamiento con las mujeres dentro de nuestra cultura, pero es la ocupación la que nos ha robado todas las herramientas que necesitamos aplicar. No podemos desarrollar y aplicar nuevas leyes si vivimos bajo una amenaza permanente.

Una pregunta para finalizar. Hemos hablado de la resistencia colectiva, de los palestinos y de seguir defendiendo un proyecto de futuro a pesar de la dramática situación. ¿Cuál es tu pronóstico para el futuro de Palestina?

Nadie puede predecir el futuro. En cada momento complicado, hemos tratado de adaptarnos. La nuestra es una historia muy larga. Como palestina que residió en el Líbano muchos años, viví la guerra civil y los bombardeos. Creo que la gente está tratando de adaptarse a la nueva situación. Somos persistentes, queremos permanecer en nuestro país y tenemos la entereza necesaria para que así sea. Aunque en ocasiones la situación sea triste y lloremos y gritemos, siempre acabamos recuperando la entereza sin perder la voluntad de construir un futuro mejor.

El pueblo palestino es uno los pueblos más acogedores del mundo, porque allí se reúnen los lugares sagrados de las tres religiones del libro que convivían pacíficamente en el pasado. Pero hemos sufrido una ocupación que ha evolucionado a una colonización. En estos momentos están tratando de matar y expulsar a la gente de Gaza para quedarse con ese territorio. No es la primera vez que ocurre. Siempre vamos a luchar y a trabajar por la paz, estamos llenos de esperanza por un futuro y una Palestina libres.

Acción de protesta durante la charla inaugural entre la socióloga franco-israelí Eva Illouz y la periodista Lara Siscar. © Rafael Fraile

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