Política del cuerpo
Bernard Noël
En este breve ensayo, inédito hasta ahora en español, Noël se centra en la "respiración visual", sentido "que asegura nuestra comunicación con el mundo" como "punto de unión del cuerpo y de lo político"
Traducción Olvido García Valdés
¿Sabemos que pensar es un acto? ¿Y que brota justo de todos esos órganos al mismo tiempo que los reduce al silencio? Un silencio que puede que sea la garantía del buen funcionamiento de la máquina carnal que, de otro modo, sería alterada por la intervención de sus componentes. Fue tratando de traducir los estados del cuerpo como se fundó mi escritura: creí hacerlo literalmente y no me di cuenta hasta mucho más tarde de que esos «estados» habían sido suscitados o modificados por la postura de la escritura. ¿Tal vez los elementos constitutivos del escenario mental se pusieron entonces en escena? Como quiera que sea, de ello resultó para mí la necesidad de extraer del decorado orgánico las referencias de mi escritura.
En efecto, el cuerpo es todo lo que lo compone, mientras que la unidad de todas sus diversas e innumerables partes está asegurada por un movimiento interno que es la «vida». Lo esencial de este movimiento (la respiración, la circulación nerviosa o sanguínea) no precisa ni de nuestra voluntad ni de nuestra conciencia. ¿No es perturbador que eso mismo que nos hace vivos esté dentro de nosotros al margen de nosotros? La base de nuestra intimidad nos resulta así ajena. Es necesario ejercitarse en pensar esta contradicción fundamental y en consecuencia preguntarse si no es ella misma el SENTIDO o al menos su inadvertido origen.
Este ejercicio conduce a una desposesión o, más exactamente, a una despersonalización que hace que yo sea no tanto el autor como el actor de «mi» pensamiento. ¿Cómo hacer esta diferencia más explícita? Soy desde luego yo quien piensa mi pensamiento, pero retomando el papel que me insufla la contradicción original y obstinándome en desempeñarlo aun a riesgo de mi vida mental. Todos estos órganos silenciosos, que son mi cuerpo, poseen en su disposición un cierto depósito vital impersonal del que emana tanto la vitalidad de mi pensamiento como mi vitalidad física. He intentado expresar eso de otro modo diciendo que estamos atravesados por dos fuerzas: por una parte, la de la especie, que nos encarga de reproducirla y, por otra, la de la lengua, también ella para perpetuarse. No hay que olvidar que la especie ha precedido, infinitamente, a la lengua.
Cada uno escapa (puede escapar) del dominio de la especie por medio de la lengua, que desnaturaliza el sexo para ponerlo al servicio de la expresión personal. ¿De dónde viene la lengua y cómo se ha injertado en el cuerpo? Excluida cualquier certidumbre, tanto da soñar, y yo sueño con la formación del espacio mental por el derramamiento de lo visible en nuestro interior. Después de todo, nuestros ojos nos hacen respirar la vista del mismo modo que, en otro circuito, respiramos el aire, y esta respiración visual, que asegura nuestra comunicación con el mundo, es (va a ser) el punto de unión del cuerpo y de lo político.

